PRESENTACIÓN DEL LIBRO “ALCOBAS LICENCIOSAS” DE Walter Garib

El 4 de junio en el Café Literario del parque Balmaceda de Providencia-Santiago, se presentó la novela “Alcobas licenciosas” del escritor Walter Garib” editada por Ediciones Digitales de Chile. Ella estuvo a cargo del escritor Jaime Hales, texto que se incluye.

El libro se llama “Alcobas licenciosas” y no “Licenciatura en alcobas.

“Si lo que vas a decir no es más hermoso que el silencio, no lo digas”.

Esta frase es del libro que estamos presentando, la dice uno de sus personajes. Esa frase me llevó discutir conmigo mismo sobre la conveniencia de hablar esta noche.

Porque muchas veces las palabras ensucian la atmósfera que el silencio crea, sobre todo cuando estamos situados en el tema del amor. Y del amor carnal, cuyas palabras muchas veces pueden evitarse, ya que en ese ámbito todo se explica en las acciones concretas que los amantes realizan en su encuentro.

Me resultó difícil esta presentación, ya que me siento muy tentado de hablar del autor, hombre de amplia trayectoria y, aunque parezca increíble, ya octogenario. Pero el personaje central no es él, sino esta obra. La más reciente, pero no la última, de un autor que nos deleita con sus novelas desde hace ya mucho tiempo.

Muchas novelas o cuentos – también pasa en cierta poesía, la amatoria, sobre todo – revelan acontecimientos de la vida del autor bajo el disfraz de personajes de aparente o real creación literaria. Siempre hay algo de autobiográfico, porque los distintos personajes son, como en los sueños, partes del propio escritor que se van manifestando.

Entonces, cuando el escritor, en este caso autodenominado pendolista, nuestro héroe de la pluma, el prolífico Walter Garib, escribe una novela erótica, tendemos a pensar – por cierto a imaginar – que él es el protagonista de las aventuras amorosas y sexuales que nos relata.

Es cierto, sin embargo, que algunas veces leemos con la sospecha que más que tratarse de acontecimientos autobiográficos, pueda ser el resultado de las ensoñaciones del creador literario, de sus deseos ocultos no realizados, de su instalación en las antípodas de la realidad personal. En fin, que nos hable justamente de lo que nunca pudo ser. Tal como mis reclamos poéticos de que la amada se interese en mi espalda, dicho sutilmente como agradecimiento de un hecho que jamás sucedió.

Mis sospechas acerca del carácter autobiográfico de las aventuras de los diversos personajes que relatan sus aventuras amorosas en estas páginas se ven incrementadas cuando descubro que las mujeres más importantes de las situaciones consignadas son artistas. Tal y como la cónyuge y compañera eterna de Walter. Entonces yo podría decir, como en aquella historia del baúl incluida en Pícaros y Atrevidas, en el que un escritor queda encerrado con su mujer, que todos estos personajes masculinos son el siempre fiel Walter y que todas esas mujeres apasionadas son nuestra santificada y eximia artista Lenka.

No puede ser de otra manera, conociendo la acendrada fidelidad de ambos, a menos que sus relatos se nutrieran de las aventuras de aquellos escritores amigos de Garib que tienden a contar proezas sexuales inexistentes como si fueran ciertas. Me recuerda inevitablemente aquel pensamiento de un escritor mientras cumplía con sus atávicos deberes masculinos con una manceba 24 años menor: ¡Lo que dirán mis amigos cuando les cuente!

Me pregunto: ¿Por qué escribimos relatos eróticos?

Porque sabemos el goce que produciremos en los lectores, que tratarán de identificarse con los protagonistas.

A las personas les gusta leer lo que les gustaría experimentar. Y a otros les gusta escribir historias, siempre reales y siempre inventadas. El propio Garib me enseñó, cuando yo daba algunos vacilantes pasos en la narrativa, que los escritores somos necesariamente mentirosos, aunque sin saber también decimos verdades de una intensidad a toda prueba. Como la frase sobre e silencio con que encabecé esta presentación.

El relato de las aventuras y desventuras sexuales tiene ciertos lugares comunes, que se instalan en el encuentro, generalmente de dos personas, para intercambiar, para dar y recibir, para gozar y contribuir al goce del otro. Si lo pensamos seriamente, las variantes son pocas e idealmente culminan de la misma manera: el instante en que nos fundimos con el otro hasta el extremo de desaparecer, ser ambos una sola carne, al mismo tiempo que el placer sentido nos eleva al punto de la máxima afirmación del sí mismo, de la mayor conciencia de estar viviendo una experiencia única, que aunque se repita muchas veces en la vida, es siempre única.

Lo maravilloso entonces de un relato erótico no está en la sorpresa del desenlace, sino en el placer de contar y de leer cómo las personas avanzan hacia el final esperado y conocido y no por eso menos deseado. Y la gracia del escritor es tener la capacidad de contar lo mismo con metáforas y con palabras que hagan cada acto sexual una joya única, una pieza de lujo. El mismo instrumento recibirá cientos de nombres y se producirá un hermoso derrame de expresiones generosas, imaginativas, creativas, que van dando cuenta de ese ayuntamiento canal como si fuera siempre nuevo. Y de cierto modo, será nuevo en la medida que las palabras nos guían en la ruta de sensaciones inesperadas y nos hacen evocar decenas de situaciones que nunca nos cansaremos de vivir.

Y en este sentido, Garib es un gran escritor, dueño de un lenguaje y de un manejo del idioma como pocos en estos parajes de América. Es probable que muchas palabras surjan espontáneas, mientras aparecen en la medida que se hace necesario dar variedad al texto.

El escritor que hoy ocupa nuestra atención entrega en sus textos el entusiasmo, la vitalidad, la fuerza que tiene y se hace presente con sus ojos, en el movimiento incesante de sus manos, en la fogosidad de sus entonaciones, de las palabras escogidas, de los desafíos asumidos a diario.

Pero Walter Garib no se contenta con eso. Esta novela erótica, al nivel de los grandes escritores de época, estoy pensando en Lawrence Durrel, Anais Nin, Henry Miller y el gran Bocaccio, sitúa los acontecimientos en un tiempo concreto, una realidad específica de la que va dando cuenta, en forma clara, sutil, inteligente. Es impresionante como los personajes van cambiando sus palabras al relatar acontecimientos de los años 50 o de épocas posteriores. Está presente Chile, el de la vieja democracia, aquella en que los políticos no eran una clase, sino que tenían clase, calidad humana. Está presente el golpe de Estado de 1973, con personajes que fueron víctimas, con otros que fueron victimarios, con los hijos de los colaboradores del tirano. Porque en el amor y en el erotismo, todos ellos están presentes. Podemos ver y sentir los llamados socialismos reales, sus crisis y los cambios que el mundo ha ido experimentando.

Un libro que vale la pena leer y que además, como pasa en la fina literatura erótica, permite ser releído.

Walter Garib: tus sueños, tus realidades, tus fantasías, todas, una a una, se van haciendo realidad. Tú eres como tus personajes y como tus libros.

Sepan, amigos, que las obras de Garib entusiasman, entretienen, sorprenden, orientan y desorientan. Siempre aparece en sus relatos la imagen que rompe los órdenes, difumina las luces, altera la armonía musical de los acontecimientos.

Es un mago, un encantador de serpientes, que sin ser divo ni darse aires que no le corresponden, deambula por sus creaciones y por la realidad con la certeza que es de aquellos grandes escritores que ganarán los mejores premios cuando ya no puedan gozarlos.

No es modesto, pues tiene claro que es un gran escritor, pero tampoco es prepotente o siútico como algunos que con un par de libros son elevados al Olimpo por comentaristas ávidos de descubrir estrellas.

Garib es una estrella poderosa, un sol de otra galaxia que no necesita que los demás giren en torno a él para darles generosamente su luz. Gran amigo, comprometido con sus ideas, padece la ingenuidad del que es capaz de perdonar mucho más de lo que se le pide.

Su voz, sus relatos, su intensidad, su capacidad de acoger y de amar, me recuerdan a un poeta árabe que conocí en otra encarnación, en aquella época en que los poetas eran apreciados y considerados hasta por los gobernantes. Árabe por todos lados, es un gozador de la vida sencilla, de la conversación sin límite, de la belleza de las mujeres, del pueblo, de las comidas, del paisaje. De la amistad. Y de la vida entera.

Gracias, amigo, por este libro, por seguir vital, por seguir escribiendo.